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Detallamos aquí las colaboraciones recibidas

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"Los dientes del Abuelo"

     ...cuando niña, mi abuelito perdió, por cosas naturales de la edad, todos sus dientes, y al verle así nos acostumbramos todos. Un buen día cuando me dirigía a buscar mis juguetes (los cuales estaban al final de un largo pasillo, el cual llevaba a todas las habitaciones de la casa, pero oscuro y a esa edad tétrico para mi - quiero mencionar que me aterrorizaba el mismo, pensando que saldría algún día un gigantesco monstruo a llevarme con él)  tratando de autoconvencerme que no había ningún monstruo, salió de su habitación mi abuelito luciendo una hermosa y gran sonrisa. Pero ..... oh! esta asustada alma solo vio una sombra enorme con una boca mas grande aun.. llena de dientes amenazadores, corrí, corrí y corrí gritando como loca, buscando mi salvación para no caer en las garras de tal enorme monstruo. El pobre a partir de ese día pocas veces les vimos con sus dientes postizos otra vez.

 Cariños    Oasis 

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"El gran  general"

       En los años cincuenta, mi familia veraneaba en un pequeño pueblito costero, Mar de Ajó (Argentina). Los niños gozábamos para nuestras aventuras, de la libertad que nos permitía la desolación del paraje. Avidos de conocer el mundo habíamos formado un pequeño ejército que contaba con capitanes, sargentos y soldados rasos (entre los cuales me contaba). Aquel batallón tenia como función principal renconocer el territorio desértico que se extendía por unos 5 kilómetros, detrás de las casas que estaban sobre la playa. Partimos aquella tarde hacia las dunas con el fin de divisar unos cerdos, posibles invasores del territorio. La expedición demoró más de lo estimado, pues los animales no pudieron ser encontrados, sorprendiéndonos el atardecer y el inicio de una tormenta, que oscurecía el cielo, lejos de las casas; estacionados entre dos altas dunas e inmersos en una discusión sobre si debíamos continuar el regreso o detenernos a descansar y recuperar fuerzas. De pronto, escuchamos el galope de un caballo e inmediatamente apareció en lo alto de una duna mi padre montado en él. No era hombre "de a caballo" pero lo había alquilado para facilitar la búsqueda de los niños.   Recuerdo su imagen marchando delante de aquel destrozado ejército de irresponsables, indicándonos el camino de regreso hacia nuestras madres, reunidas para consolarse unas a otras ,y que a diferencia de los castigos esperados, nos recibieron con abrazos y besos inolvidables.

Gracias    Alberto 

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